Biodiapositivas: Alan Turing
Los objetos, ideas, técnicas y demás cotidianeidades parece que están ahí desde tiempos inmemoriales, desde siempre, sin que nadie los haya puesto, son un patrimonio colectivo sin orígenes claros ni autores reconocidos. Hay excepciones, por supuesto, y casi todo el mundo sabe quién inventó la bombilla o la anécdota de Newton y su manzana. Esta historia no deja de ser curiosa, puesto que sitúa a esta fruta en el origen de una nueva época para el ser humano, la era a la que podríamos llamar “científica”. No debemos olvidar el papel que juegan las manzanas en nuestra cultura, ya que los inicios de la humanidad vienen marcados por un desafortunado encuentro con uno de estos frutos en los relatos bíblicos. El caso de Newton es más amable, y abre de forma simbólica una era de grandes avances y desarrollos en lo que respecta al conocimiento de la naturaleza y a la técnica.
Newton y Eva son dos personajes que tuvieron que ver con manzanas, que pusieron en marcha grandes cambios y son de sobra conocidos por el gran público. Hay, sin embargo, una tercera manzana mucho menos conocida y que está en los inicios de nuestro tiempo, al que algunos han denominado “sociedad de la información”, pero que podríamos llamar también la “era informática”, y que está cambiando nuestro mundo a marchas forzadas. El personaje que protagoniza esta tercera historia de manzanas es Alan Mathison Turing, matemático y filósofo inglés que vivió entre 1912 y 1954. Aunque no es muy popular, algunos de sus trabajos y sus investigaciones, así como las derivaciones prácticas que tuvieron, sí que las manejamos a diario sin saber que están ahí y mucho menos que su cabeza está detrás de todo ello. Entre otros logros, que caen más dentro del campo específico de las matemáticas, cabe destacar su participación durante la segunda guerra mundial en el equipo de trabajo que intentó desencriptar los mensajes que se intercambiaban los ejércitos nazis, de entre los cuales destaca la máquina Enigma [1] (Turing fue director del grupo que intentó desentrañar los códigos encriptados que esta máquina generaba). También colaboró en la construcción del primer computador electrónico digital programable (una fórmula un tanto larga y pomposa para hablar de un ordenador) en el Reino Unido, cuya utilidad era la de descifrar las transmisiones alemanas [2] .
Todos estos hechos hicieron que se le considere como uno de los padres de la informática moderna, y por tanto sea uno de los personajes fundamentales para entender todo el desarrollo tecnológico que ha tenido lugar desde entonces hasta nuestros días. Como filósofo, Turing centró su interés en la cuestión de la mente y su relación con el cuerpo, así como en los procesos mentales, llegando a plantear la posibilidad de una máquina capaz de pensar por sí misma. De este modo, Turing se convirtió en padre de la Inteligencia Artificial, aunque él nunca usó tal denominación (que se empezó a utilizar dos años después de su muerte, en 1956). Según sus pronósticos, para el año 2000 ya existiría una máquina capaz de pensar y que no iba a poder distinguirse en sus procesos lógicos de un ser humano.
Pero más allá de sus investigaciones y teorías, que lo hacen un personaje de primer orden en la historia de la informática, el motivo por el que lo traigo aquí es su final, por sorprendente, rocambolesco, y en cierto modo esperpéntico. El Reino Unido, agradecido por su decisivo papel en la guerra, y espoleado por un antiguo amante despechado, le acusó de “indecencia grave y perversión sexual” en 1952. Turing era homosexual confeso, y no tenía mucho cuidado a la hora de esconder sus historias. El amante, de nombre Alan Murray, ayudó a un cómplice a entrar a robar en el domicilio de Turing, hecho que fue denunciado por nuestro personaje. En las investigaciones que desarrolló la policia, salieron a la luz algunas de las historias amorosas de Turing, entre las que llamó la atención una con un estudiante de 19 años, que fue la que a la postre motivó la acusación. Como él tenía la conciencia tranquila, no se defendió de una acusación que no sentía como tal, y fue condenado. Se le dio la posibilidad de escoger entre ir a prisión o ser sometido a un tratamiento experimental para eliminar la libido. Turing escogió la segunda posibilidad, que al menos le permitía poder seguir con sus trabajos. El tratamiento duró un año y consistió en la inyección de estrógenos [3] . El resultado fue nefasto. Además de quedar impotente (lo que, en mayor o medida era el objetivo del experimento), nuestro protagonista sufrió tremendos cambios físicos: aumentó de peso de forma exagerada y le crecieron pechos. Como consecuencia, entró en una depresión de la que ya no lograría salir.
El 7 de junio de 1954 fue hallado muerto en su domicilio. A su lado se encontró una manzana parcialmente mordida. La causa de la muerte fue envenenamiento por cianuro. Estos son los datos objetivos. A partir de aquí todo son conjeturas. La primera de ellas es la del suicidio. Motivos para tal decisión los tenía, y de sobra. Por eso es la opción que siempre se ha relatado como la más verosímil. Sin embargo, hay quien ha abonado el asunto con teorías de la conspiración (ciertamente, sabía muchas cosas debido a su colaboración durante la segunda guerra mundial, y en la recién iniciada guerra fría no es descabellado pensar en oscuras tramas de agentes secretos), e incluso se ha hablado de un simple accidente. Esta posibilidad fue propuesta por la madre de Turing, que sugirió que, tras haber manipulado cianuro en su laboratorio, la sustancia podría haber pasasdo de sus manos a la manzana, provocándole la muerte. En cualquier caso, había muerto uno de los personajes más decisivos desde la sombra para la hisotria del siglo XX, y que nunca ha sido recordado y homenajeado con toda la justicia que merecería [4] .
Otra vez nos encontramos ante una historia con manzanas, con alguien importante que tuvo que ver con esa fruta, si bien en este caso de la forma más trágica imaginable. La manzana en nuestra cultura juega un papel que va más allá del meramente dietético. Y no es de extrañar que, en vista a las historias que protagoniza, a veces de forma simbólica y otra como sucesos reales, sea todo un icono para nosotros. En este sentido, y relacionado con los sucesos de Alan Turing y su muerte, existe la creencia generalizada de que el famoso logotipo (y el mismo nombre) de la compañía informática Apple (la famosa manzana mordida) es un homenaje en toda regla a Turing. Este extremo nunca ha sido confirmado, pero tampoco ha sido rechazado, y es algo dado por cierto por mucha gente, aunque también desconocido por una gran mayoría.
[1] La máquina Enigma fue un artilugio que los alemanes utilizaron para encriptar sus comunicaciones. Usaba un método de encriptación aleatorio que causó grandes problemas a los aliados por la dificultad de descifrado de sus mensajes. Al final se consiguió romper el código y poder leer sus textos, lo cual ha sido considerado como fundamental para el desenlace de la contienda.
[2] Estos trabajos que Turing realizó para descodificar las comunicaciones enemigas durante la guerra se mantuvieron en secreto hasta la década de los 70, e incluso sus más allegados las desconocían.
[3] Los estrógenos son las hormonas sexuales femeninas, secretadas por los ovarios y en menor medida por las glándulas suprarrenales, y son las responsables, entre otras funciones, de regular los ciclos menstruales y las características sexuales secundarias.
[4] A pesar del papel fundamental que jugó en varios campos, como ya hemos visto, sólo en los últimos años (básicamente ya en este siglo XXI) se han empezado a realizar algunos homenajes, como estatuas, memoriales, placas, premios y demás parafernalia.