
Poliedro de mil caras
Revista española de cultura contemporánea
BY NATURAL PIETY
Gabriel Ferrater
Traducción de Orlando Guillén
¿Obra sólo del instante este fugaz
kiliedro diamantino: la luz
sobre tu cabeza de cabello corto? No.
Lento en construirse y exigente, de dura
finalidad. Cuidados de los días, noches
de confiado olvido, tantas reincidencias
por sendas que se trepan a la aurora,
bochornosos rellanos de los medios días,
y collados de fría desazón en los anocheceres
de enredados vericuetos. Tu cuerpo
ha subido hasta aquí.
Ahora quiero que me lleves
abajo. Quiero que me enseñes los lugares
que guardas en la memoria y te cuentan
cómo has ido naciendo. Llévame a los ojos de agua
donde aprendiste a nadar, a las grutas
irisadas de fiebre de unas aguas
en las que te has zambullido. Perdámosnos
por el bosque de robles bajos
de tus primeros miedos. Sigamos la carretera
por la que te mandaban ir en bici al pueblo
a comprar pan para los huéspedes imprevistos.
Ya estamos en el crucero donde esperabas
el autobús de los retornos a Barcelona.
Subamos a él. Nos dejará en el bar suburbano
lleno de artificios importantes: el prisma
de vidrio largo que liberaba chicles para ti,
la báscula que te marcaba el beneficio de cada
verano. Busquemos dentro de la ciudad
el barrio donde hay más cosas que ya son
corpúsculos de tu instinto, y todavía son
cosas que yo puedo ver. Descúbreme
el prodigioso aparador de las botellas
cuyas difíciles carátulas eran sueños severos
y al mismo tiempo dúctiles, como augurios
de que podrías alcanzar tu cerrada
y total naturaleza femenina.
Tomemos aquí un vaso de leche. ¿O prefieres
un helado de varios pisos, o algún líquido
de estos de color edénico como las piernas
rojas y azules de estas chiquillas
que ahora ocupan tu lugar? Han salido,
como tú salías, del portal chorreante
de luz de la inocente magia negra.
Poco a poco y a pie, vamos subiendo
hacia calles por la cuales no circulan
sino imágenes tuyas, las más íntimas.
Los postigos se cierran. Hay un poco
de luz todavía, la tenemos a nuestra
disposición, y vamos rodeando bardas
sin farolas, que se abren como un rojo mar
de azulejos, y huele a fondo de mar,
a humos podridos y, súbita,
la verde exhalación de un pino fresco.
Dame la mano. Simula que tienes miedo
de volver atrás, de pasar otra vez
la puerta del colegio, y de recuperar
la estupefacción de los viejos juegos
bajo estos pinos fuera del tiempo, debajo
del tiempo. Será un momento muy corto. Sólo
un momento, y en seguida se desgarra, como la seda
marchita que tapiza un viejo sofá. No
puedes perderte más en esto. Dame la mano,
que esto es la obra buena del pasado que eres tú.
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Blog de Orlando Guillén "Doce poetas catalanes del Siglo XX"