Cartas a mi becaria asturiana: Si se trata de acuerdos
El 30 de diciembre -por tercera vez, al menos, en su repugnante historia- los terroristas de ETA dieron por terminado un periodo de mal llamado alto el fuego (ya sabemos lo mucho que aprecian estos mafiosos el lenguaje militar que, por desgracia contagia a tantos). A diferencia de ocasiones anteriores, no lo hicieron mediante un comunicado, sino directamente mediante un atentado en el que murieron asesinadas dos personas. Durante nueve meses hemos asistido a un sinsentido. Por un lado, una banda terrorista que aseguraba una y otra vez que sólo dejarÃan definitivamente de matar si se les daba lo que siempre habÃan pedido. Por otro, un gobierno que juraba que ni habÃan cedido a esas peticiones ni cederÃan en ningún caso. Asà las cosas, el acuerdo no podÃa ser más imposible. Asà también lo habÃa sido siempre, con González y con Aznar. Y, sin embargo, se nos decÃa que la polÃtica podÃa traer la paz. Esa paz que hacÃa suponer que habÃamos vivido en guerra. Y si se trataba de alcanzar la paz, sólo los intransigentes (ya se sabe, como Roosevelt o Churchill) la plantean en términos incondicionales. Los verdaderos amantes de la paz la negocian. Los verdaderos progresistas no se enfrentan al terror defendiendo sus principios, sino cediendo en ellos. Aliando civilizaciones, no defendiendo la civilización de quienes quieren destruirla.
El presidente RodrÃguez Zapatero se empeñó en una polÃtica que no tenÃa en cuenta los precedentes. Empleó una retórica peligrosa. La del respeto a la decisión de los vascos o la igualdad de oportunidades para todas las formaciones. Quizá pensó que se trataba de eso, de retórica, de palabras. Pero al mismo tiempo el lÃder de los socialistas vascos ya apuntaba un camino inquietante: nos preparaba para tener que dar parte de razón a los etarras. Era una frase que podÃa resumir aquella declaración de Estella en que se afirmaba que el terrorismo no era sino la expresión de un conflicto polÃtico. Por tanto, para terminar con él, lo que habÃa que hacer era resolver ese conflicto. Autodeterminación y Navarra.
Cabe preguntarse si no hemos asistido a un tremendo ejercicio de frivolidad e irresponsabilidad. Pasamos de la unidad entre los dos partidos que se alternan en el gobierno a la unidad entre los que quieren que uno de los dos no gobierne nunca. No parece un método muy consecuente en una democracia liberal.
Tampoco lo parece querer partir de cero y no tener en cuenta las lecciones de la historia. Esperemos que al menos lo haga ahora, aunque las primeras declaraciones no dan demasiado motivo a la esperanza. Esperemos que busque un acuerdo con el único partido que, aparte del suyo, puede gobernar el paÃs. Y que sea consciente de que buscar ese acuerdo será mucho más beneficioso que buscarlo con los terroristas.