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Cartas a mi becaria asturiana: Extremismos y exclusiones

Tengo noticia de tres documentos, en los últimos años, en los que expresamente se aislaba a fuerzas políticas legales.

El primero es el pacto entre el Partido Nacionalista Vasco, Eusko Alkartasuna y ETA, de agosto de 1998. En él se especificaba (punto 3) que “EAJ-PNV y EA se comprometen a romper los acuerdos que mantienen con los partidos que tienen como objeto la construcción de España y la destrucción de Euskal Herria (PP y PSOE)”.


El segundo es el conocido como pacto del Tinell, oficialmente llamado “Pacto para un gobierno catalanista y progresista”, firmado el 14 de diciembre de 2003 por PSC-PSOE, ERC e IC-EU. En su anexo se anunciaba que “los partidos firmantes del presente acuerdo se comprometen a no establecer ningún acuerdo de gobernabilidad (acuerdo de investidura y acuerdo parlamentario estable) con el PP en el Gobierno de la Generalitat. Igualmente, estas fuerzas se comprometen a impedir la presencia del PP en el Gobierno del Estado y renuncian a establecer pactos de gobierno y pactos parlamentarios en las cámaras estatales”.


Y el tercero es la declaración, o contrato con los electores, firmada por Artur Mas, en nombre de CiU, ante notario, el 13 de septiembre de 2006 . En su punto 6.2 se afirma que “no firmaremos ni estableceremos ningún pacto permanente o estable con el Partido Popular para gobernar Cataluña durante la próxima legislatura”.

Quizá a algunas personas razonables les parezca que tampoco es como para escandalizarse. Al fin y al cabo, cada uno pacta con quien quiere. Eso sí, me parece que conviene no desligar estos acuerdos de exclusión de actitudes como el nuevo consenso en política antiterrorista, que ha pasado de estar formado por los dos grandes partidos nacionales a incluir sólo al PSOE en el gobierno más Izquierda Unida y los partidos nacionalistas. Sin duda, más partidos, aunque muchos menos escaños y muchísimos menos votos populares. Probablemente deberíamos también unir todo esto al apelativo con el que, cada vez más frecuentemente, el Presidente del gobierno adorna al Partido Popular: extrema derecha. Ahí es nada.


Extrema derecha, lo que equivale en nuestro país a decir franquismo, cuando no fascismo. No es una expresión cualquiera.

Debe de ser muy preocupante gobernar un país donde casi diez millones de ciudadanos votan a un partido extremista de derechas que es además el primer partido de España en cuanto a afiliados y tiene la responsabilidad de gobierno en no pocas regiones y ayuntamientos importantes. Un partido que ha ocupado el gobierno nacional durante ocho años, cuatro de ellos con mayoría absoluta. Ni Le Pen, que alcanzó en 2002 la segunda vuelta electoral en las presidenciales francesas, sueña con semejante cuota de poder y representación.


Cualquier visitante que lo ignorara todo sobre la política española, al leer las declaraciones mitineras del presidente podría pensar que ese partido de la derecha extrema se dedica a impedir el ejercicio de los derechos fundamentales de los demás. No sé, por ejemplo, boicoteando conferencias, actos electorales o manifestaciones de los verdaderos demócratas y progresistas. Podría pensar, quizá, que los militantes y dirigentes de su organización juvenil ejercen, cuales camisas pardas SA, la violencia contra los candidatos y líderes de los demás partidos. Es decir, se dedicaría a hacer lo que hace cualquier partido de extrema derecha que se precie.


Tengo que volver a la lectura más detenida de los periódicos, porque me debo de estar perdiendo casi todo lo que pasa.

P.D. Si hay alguna lección que aprender de nuestro Presidente del gobierno, desde luego no es, querida amiga Montserrat Nebrera, la de tildar de "extrema derecha" a quien nos moleste.

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Pedro Sorela
Gustavo Bueno
Fernando Savater
José Luis González Quirós
José Luis Pardo
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