Lejos de Jerusalén: Rezar
Veo las fotos de Gilad Shalit. Y me emociono. Como todo Israel. Es un crío. Con cara de crío, con gafas de empollón. Casi dan ganas de abrazarlo y acunarlo. Sin embargo, es también un soldado. 19 años. Un crío que tuvieron que enviar a explorar túneles abiertos por terroristas. Y allí fue secuestrado.
Siento una enorme ternura por él. Cuando escribo esto, suponemos que está vivo. Hamas pide la liberación de una porrada de presos para retornárnoslo. Sí, retornárnoslo. A nosotros, en plural. Todos nos sentimos el padre y la madre de este niño; gafotas y flaco.
Vivimos en un país que quiere más que nada en el mundo a sus hijos. Niños que mimamos y malcriamos. Niños que son todos príncipes de mamá y papá. Porque sabemos que en cuanto acaban la secundaria, se tienen que cambiar los tejanos y la camiseta por un uniforme que llevarán tres largos años ellos y dos ellas. Y entonces, dejan de ser príncipes. Y comen rancho. Y hacen guardias en el desierto, bajo el sol que aplasta el cerebro y desaparece para dejar paso a la nieve que entumece todo el cuerpo. Y nuestros niños están allí, en ese desierto caprichosamente tórrido o gélido.
Niños que no usamos para hacer propaganda como los palestinos. Niños que no se ponen delante de las cámaras en una coreografía ensayada en la escuela. Nosotros soñamos que nuestros niños y niñas estudien matemáticas y toquen el piano. Un día, así, de repente, sin que nos demos cuenta, serán médicos brillantes y abogados ricos, ese es el sueño de toda yiddishe mame, de toda madre judía. No queremos setenta y dos vírgenes para nuestros hijos. Ni siquiera una. Ella debe saber abrazarlo con pasión y ternura, que más da si es virgen.
Soñamos con la paz, que nos traerá a nuestros niños a casa, para que podamos seguir mimándolos, malcriándolos como hacen las mamas italianas, pero con un toque de exigencia para que sean los mejores, para que sean príncipes azules de alguna princesita.
El mundo se escandaliza porque hemos volado puentes, generadores de energía, por salvar a nuestro niño, a Gilad. El mundo no entiende que una madre escarbará la tierra con sus uñas para salvar a su hijo. El mundo no entiende que los más agnósticos de nosotros rezan por Gilad, leen salmos por él. El mundo no entiende que los menos sionistas de nosotros, aquellos que el mundo llama ultraortodoxos, antes de iniciar conferencias o clases de religión, proclaman ansiosos que las dedican como imploración a Dios para que nos devuelva a Gilad sano y salvo.
El estudio, la máxima virtud a los ojos del judaísmo tradicional, es el mejor homenaje que tenemos para la memoria de alguien. Es la forma más sagrada de plegaria. El sacrificio más importante en el altar judío. Estudiar y consagrar el estudio a una intención. Esta intención se llama hoy Gilad, que podría traducirse por “alegría de Dios”. Mundo, entiende que queremos esa alegría de Dios. Que Gilad vuelva a casa. Que todos los niños vuelvan a casa y a los bancos de las escuelas.
Nos pintan como gigantes destruyendo a oprimidos. No es cierto. Nos duele enormemente que cuanto más queremos dar por la paz, más nos la quiten. Olmert, en contra de su propio pueblo, quería iniciar un repliegue unilateral. Hamas lo obliga a volver a Gaza. Gaza, el lugar donde murió Sansón, luchando contra los filisteos. Nuestros filisteos son los palestinos. Y aunque la raíz en hebreo sea la misma, ellos saben que no son el mismo pueblo, aunque intenten lo mismo, que nos caiga el techo sobre nuestras cabezas en la aceptación de la derrota.
Sin embargo, somos tozudos. Continuaremos rezando por Gilad. Igual que rezamos desde hace más de 20 años por Ron Arad, el navegante capturado. Rezaremos. Ateos y religiosos rezaremos. También rezaremos por la paz, pacifistas y militaristas unidos. Y rezaremos para que el mundo nos entienda, entienda que sólo queremos vivir en paz. Desarrollar nuevas especies de frutas y flores, como hacemos. Nuevos fármacos, sistemas de seguridad informáticos y nuevos chips de ordenador. Y creemos que eso es también rezar. Y también eso ofrecemos para que Gilad vuelva.